Los discursos electorales acostumbran a ser bidireccionales. Se dirigen tanto al futuro, lo más importante, como al pasado, también importante, pero no siempre determinante. En el caso que nos ocupa, lo más previsible, conociendo al candidato del PP, es que se cargue el tono en la gestión realizada, puesto que no es nuestro alcalde un hombre ni de grandes ideas ni, mucho menos, de grandes desafíos. Ahora bien, nuestro alcalde comenzó el mandato introduciéndose voluntariamente una china en le zapato que, gesticulación aparte, le ha hecho sentirse incómodo a lo largo de todo el mandato. Se asoció con un mal aliado, pensando más en su propio interés que en el del municipio y no sería de extrañar que tal equívoco le pase algún tipo de factura.
Sin embargo no ha sido ése el principal error que nuestro alcalde ha cometido estos años. Nuestro alcalde tuvo puntual conocimiento en un momento dado, de las graves irregularidades que se estaban llevando a cabo desde el área de urbanismo, controlada, humillantemente para él, por su socio y su hermano, hoy caído de la lista del PP, y no tuvo lo que un alcalde honrado y con autoridad tiene que tener para acabar de cuajo con esa situación irregular. Antes, al contrario, la asumió y la negó públicamente, a cambio de continuar indignamente en el cargo.
A Larqué, desde la orilla socialista, siempre se le ha visto como una persona anacrónicamente autoritaria, poco competente y falto de valor. Más preocupado por su imagen personal que por los problemas reales del municipio. Después de lo acontecido a lo largo del presente mandato, se puede añadir a esos rasgos, el de la indignidad o la falta de agallas. El de haberse sometido voluntariamente a un chantaje sistemático por parte de su socio y negarse a ver la realidad. Debería saber que en política no todo vale con el fin de mantenerse en el poder. Existe una cosa que se llama nobleza, o si él lo prefiere, honor, decencia y, en definitiva, vergüenza, que, una vez que se pierde es muy difícil de recuperar. Eso desde una perspectiva personal, que aquí no es la más importante, allá él con su Biblia. Lo que verdaderamente tiene importancia es que siendo el principal representante del pueblo de Zuera, se haya dejado sodomizar, políticamente hablando, de esta manera en aras de su exclusivo interés personal. No sólo es corrupto el que roba, sino el que incumple o encubre al que incumple la ley.
Nuestra esperanza es que el pueblo de Zuera, en primer lugar, se haya enterado, y en segundo, que a la hora de emitir el voto, lo haga cada cual con arreglo a una serie de valores donde esté condenada la mentira, el embuste y la falsedad.
Ya sabemos que hay una buena parte del electorado de la derecha a quienes estas cuestiones no le afectan, y que no les repugna que la lista que van a votar esté plagada de incompetentes o corruptos, ahí tenemos el caso de Valencia, pero hay otro sector, y seguimos hablando de la derecha, que sí da valor a que las personas a las que se dispone a votar sean gentes íntegras, honradas y trabajadoras, que sepan anteponer el interés de todos a los suyos propios.
Pero, como decimos, esto es una esperanza que tienen que hacer cristalizar los socialistas de aquí al día de las elecciones.
Emiliano
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