martes, 20 de mayo de 2014

El voto de los idiotas



Yo iré a votar, porque no quiero ser un idiota.

Idiota es una palabra que hoy en día se usa como un insulto. Sin embargo, muy poco tiene que ver esto con su  origen etimológico, que llegó al español a través del latín idiota desde el original griego iδιώτης /idiótes. Este adjetivo contiene la raíz iδιος/ídios/, que en griego era “lo privado, lo particular, lo personal”.

Por tanto, en principio, el idiota era simplemente aquel que se preocupaba solo de sí mismo, de sus intereses privados y particulares, sin prestar atención a los asuntos públicos y/o políticos.

Pronto esta palabra se convirtió en un insulto, ya que en la Antigüedad grecorromana la vida pública era de gran importancia para los hombres libres. Con el transcurso del tiempo  el vocablo ha adquirido  una acepción ofensiva e insultante. Hoy, idiota es sinónimo de poco inteligente.

Nada de lo que está pasando es nuevo. Marx, el viejo Marx, hace muchos años dijo esto:


El sistema capitalista tenderá al monopolio. Es decir: las empresas exitosas comprarán a las menos exitosas en una espiral sin fin que solo conduce al monopolio y a la extinción del mercado. A lo más que llegaremos será a la existencia de inmensos oligopolios. El mercado, ese pilar sobre el que se apoya la teoría del capital morirá por la misma dinámica del sistema que lo crea.

También afirmó que, a medida que ese proceso se desarrollara, aumentaría de forma  impensable  la concentración de riqueza. Que cada vez existiría más riqueza en menos manos, lo que a su vez tendería a empobrecer al resto, destruyendo al mercado por el lado de la demanda.

El olvido, o desconocimiento, de estos  principios radicales y básicos ha llevado a la izquierda de este país a la catastrófica situación en que se encuentra: en la UVI y con encefalograma plano. El resultado de esta situación, para muchos ciudadanos vinculados a esta opción política, es tremendo porque perciben que su partido, aquel al que han sido fieles con su voto reiteradamente a lo largo del tiempo , ofrece un discurso político vacío de contenido, carente  de una clara identidad ideológica  y  lleno de lugares comunes en el que sus votantes de siempre no se reconocen, y lo que es peor, en el que no creen.

Y es que han sido demasiados años de connivencia con las élites económicas sin entender que, por mucho poder político que tuvieran, el partido se jugaba en campo ajeno. En el campo de los que siempre han tenido el poder real, o sea, el dinero. Peor aún, con sus normas. Para el votante de izquierda resulta claro que sus dirigentes se han acomodado al juego. Se han acostumbrado.
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Ahora, carentes de ideas, y por ello de argumentos convincentes, sólo les queda la voluntad de mantenerse cómo puedan en las estructuras de poder, aunque sea un poder de segunda división como es la oposición.

Hoy la estructura política de este país semeja a una escalera, en la que siempre han de existir dos patas para mantener el equilibrio, o para decirlo con más claridad, para mantener  entre ambas el tinglado que se traen entre manos. No necesitan más porque en estos negocios dos son muchos, pero tres son multitud.

Por eso sale un prócer en la televisión y dice, más o menos, que si el resultado de las elecciones es que hay que añadir más patas a la escalera, las dos más principales se pondrán de acuerdo para dejar a las otras colgando.

Después de oírle,  mi indecisión sobre si ir a votar o no desapareció. He tomado la firme determinación de aparcar mi idiotez e ir a votar. Ayudaré a que haya más patas en la escalera. Intentaré llevar a este sistema político a su máxima contradicción. A ver si tienen pitera para coaligarse, pactar o como llamen a la coyunda y, de paso, saber si tienen pelotas para explicarlo a los ciudadanos.

Tengo pocas dudas de que, si, como el significado notable dijo, “el país lo necesita“ lo harán. Este eufemismo significa que, si los que realmente tienen el poder en este país lo deciden, PP y PSOE  lo llevarán a cabo. Lo mismo mismito que cuando  modificaron la Constitución, en media hora y sin avisar. Entonces, como ahora, porque era lo que había ordenado el poder económico.

Pues que lo hagan. Y que esta izquierda que pide, que en realidad mendiga el voto de aquellos a los que ha defraudado demasiado, se desnude de una vez  para que podamos verle las vergüenzas, si es que las tiene.

Félix

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