Yo iré a votar, porque no quiero ser un idiota.
Idiota es una
palabra que hoy en día se usa como un insulto. Sin embargo, muy poco tiene que
ver esto con su origen etimológico, que
llegó al español a través del latín idiota desde el original griego iδιώτης
/idiótes. Este adjetivo contiene la raíz iδιος/ídios/, que en griego era “lo
privado, lo particular, lo personal”.
Por tanto, en
principio, el idiota era simplemente aquel que se preocupaba solo de sí mismo,
de sus intereses privados y particulares, sin prestar atención a los asuntos
públicos y/o políticos.
Pronto esta
palabra se convirtió en un insulto, ya que en la Antigüedad grecorromana la
vida pública era de gran importancia para los hombres libres. Con el transcurso
del tiempo el vocablo ha adquirido una acepción ofensiva e insultante. Hoy, idiota
es sinónimo de poco inteligente.
Nada de lo que
está pasando es nuevo. Marx, el viejo Marx, hace muchos años dijo esto:
El sistema
capitalista tenderá al monopolio. Es decir: las empresas exitosas comprarán a
las menos exitosas en una espiral sin fin que solo conduce al monopolio y a la
extinción del mercado. A lo más que llegaremos será a la existencia de inmensos
oligopolios. El mercado, ese pilar sobre el que se apoya la teoría del capital
morirá por la misma dinámica del sistema que lo crea.
También afirmó
que, a medida que ese proceso se desarrollara, aumentaría de forma impensable la concentración de riqueza. Que cada vez
existiría más riqueza en menos manos, lo que a su vez tendería a empobrecer al
resto, destruyendo al mercado por el lado de la demanda.
El olvido, o
desconocimiento, de estos principios
radicales y básicos ha llevado a la izquierda de este país a la catastrófica situación
en que se encuentra: en la UVI y con encefalograma plano. El resultado de esta
situación, para muchos ciudadanos vinculados a esta opción política, es
tremendo porque perciben que su partido, aquel al que han sido fieles con su
voto reiteradamente a lo largo del tiempo , ofrece un discurso político vacío
de contenido, carente de una clara
identidad ideológica y lleno de lugares comunes en el que sus
votantes de siempre no se reconocen, y lo que es peor, en el que no creen.
Y es que han sido demasiados años de
connivencia con las élites económicas sin entender que, por mucho poder
político que tuvieran, el partido se jugaba en campo ajeno. En el campo de los
que siempre han tenido el poder real, o sea, el dinero. Peor aún, con sus
normas. Para el votante de izquierda resulta claro que sus dirigentes se han
acomodado al juego. Se han acostumbrado.
...........
Ahora, carentes
de ideas, y por ello de argumentos convincentes, sólo les queda la voluntad de
mantenerse cómo puedan en las estructuras de poder, aunque sea un poder de
segunda división como es la oposición.
Hoy la
estructura política de este país semeja a una escalera, en la que siempre han
de existir dos patas para mantener el equilibrio, o para decirlo con más
claridad, para mantener entre ambas el
tinglado que se traen entre manos. No necesitan más porque en estos negocios
dos son muchos, pero tres son multitud.
Por eso sale un
prócer en la televisión y dice, más o menos, que si el resultado de las
elecciones es que hay que añadir más patas a la escalera, las dos más
principales se pondrán de acuerdo para dejar a las otras colgando.
Después de
oírle, mi indecisión sobre si ir a votar
o no desapareció. He tomado la firme determinación de aparcar mi idiotez e ir a
votar. Ayudaré a que haya más patas en la escalera. Intentaré llevar a este
sistema político a su máxima contradicción. A ver si tienen pitera para
coaligarse, pactar o como llamen a la coyunda y, de paso, saber si tienen
pelotas para explicarlo a los ciudadanos.
Tengo pocas
dudas de que, si, como el significado notable dijo, “el país lo necesita“ lo
harán. Este eufemismo significa que, si los que realmente tienen el poder en
este país lo deciden, PP y PSOE lo
llevarán a cabo. Lo mismo mismito que cuando modificaron la Constitución, en media hora y
sin avisar. Entonces, como ahora, porque era lo que había ordenado el poder
económico.
Pues que lo
hagan. Y que esta izquierda que pide, que en realidad mendiga el voto de
aquellos a los que ha defraudado demasiado, se desnude de una vez para que podamos verle las vergüenzas, si es
que las tiene.
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