Era un rayito de luna
Que alumbraba el cementerio
Donde yacía la fosa de mi tío Desiderio
Desiderio, Desiderio, siempre triste, siempre serio.
Que alumbraba el cementerio
Donde yacía la fosa de mi tío Desiderio
Desiderio, Desiderio, siempre triste, siempre serio.
Trasteando con algunos papeles me topé hace unas semanas con
el certificado de propiedad de un nicho donde “descansa” un
familiar fallecido. La verdad es que en su momento, como es lógico más
preocupado por otras cuestiones, no me percaté
del título que en el certificado de marras se da a este equipamiento pùblico: “Cementerio
católico municipal”.
En junio hizo treinta y cuatro años de las primeras
elecciones democráticas tras el largo paréntesis de la dictadura franquista y
en diciembre cumplirá treinta y cinco nuestra Constitución. Es curioso que nadie
-yo el primero-, que yo sepa, haya procurado que se
modifique ese título tan anacrónico como irrespetuoso: ni el
ayuntamiento, que es en este caso quien tiene la obligación de velar por que se
cumplan los artículos 14 y 16 de nuestra Constitución; ni los ciudadanos, por
lo menos los demócratas, sean ateos, agnósticos o con creencias religiosas, para
los que la laicidad del Estado debe manifestarse inmediata e inexcusablemente
en el espacio público.
Y es que, en el lentísimo proceso de
secularización de nuestro país van aflorando gazapos ideológicos que
aquélla España “Martillo de herejes y luz de Trento” incrustó de tal manera en
el inconsciente colectivo que nos hemos acostumbrando a su presencia sin
pestañear. Este es uno de ellos, pero hay más.
Advertido por la casualidad, en estos días de
flores y difuntos he observado que entre los elementos comunes del “camposanto” sobresale alguno que, como el certificado
de marras, manifiesta lo “católico” de la instalación municipal. Me refiero a
la cruz cristiana colocada en el
dintel de la puerta de hierro de la entrada. Por supuesto es un elemento
respetabilísimo; pero allí, recibiendo, queda desubicada y puede faltar al
respeto, violentar a personas que pueden sentirse discriminadas al no practicar
esa religión, o ninguna, e incumplir, además de la Constitución Española,
la ley 49/1978 sobre enterramientos en cementerios municipales.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaOuba7QxoFKY52qSjMRvMmKnc2e96yDk5nkswgdhzZpJCR0nblJT3MAl6wz6rt-jLd1Ne-YtkgIBHlmNWtoCOi8URYZD0AjvrPgrAuYlw7hZZCCoH1Eqx_asN6E-5aQ-qoJwEVuCropQ/s200/228.jpg)
Otras cuestiones relacionadas con algunos de los usuarios del
equipamiento bien que se han resuelto. Me refiero al arreglo, embellecimiento e
iluminación de los alrededores del panteón donde descansan, en este caso sí
cristianamente –vamos, pienso-, los restos de la señora Quílez Nasarre;
para los que tenemos ya alguna edad "doña Victoria".
Un apunte para quienes no hayan oído hablar de ella: era
doña Victoria persona muy piadosa y pudiente que mantenía, con las religiosas
de Santa Ana, un colegio privado de niñas. Fue mujer tan importante en Zuera en
el periodo que va de 1936 hasta 1975 que aquí, al cuarteto clásico del poder local
del franquismo: Alcalde y Boticario; Sargento de la Guardia Civil y Cura
párroco, habría que añadirle una quinta institución: "doña Victoria".
Todos, excepto los de la cáscara amarga, estaban muy agradecidos
a la señora; y eran las niñas del colegio, como es natural, las que con más alegría
lo manifestaban recitando alegres y sinceros poemas:
Viva, viva Doña Victoria
muy tranquila y con salud.
Viva, y así lo desea
nuestra eterna gratitud.
En cuestión de arreglos, no tuvieron tanta suerte los
ocupantes de los nichos a los que se reparó la cubierta, pero no toda, en 2007.
Allí descansa mi pariente, y por eso puede disfrutar del rayo de lunita que le
alumbra. Gracias ayuntamiento.
Por cierto, como alguien denunció en una web, parece que la
obra no se termino en su totalidad pero
si se pagó al completo. Y es que no vamos a joder a un emprendedor por una
tontada.
Lo dicho, feliz Halloween.