martes, 14 de septiembre de 2010

La insolvencia moral



Hemos dejado transcurrir un tiempo para ver si se producía algún tipo de reacción por parte del Ayuntamiento, del Alcalde o el concejal de urbanismo en particular, tras los requerimientos e implicaciones que el portavoz del PSOE, Luis Zubieta, les ha reiterado verbalmente y por escrito, referidos a las supuestas, pero más que evidentes prácticas corruptas dentro del área de urbanismo. Área de sospecha que se vio automáticamente ampliada a la alcaldía, cuando su titular negó públicamente que estuviera ocurriendo algo extraño en dicha área. Es decir, cuando mintió en el curso de una sesión plenaria.
Como se sabe, poco tiempo después de estas negaciones, y antes de que se le terminase el contrato, se le dio puerta al arquitecto municipal. O lo que es lo mismo, se le invitó a tomarla por propia iniciativa, pero con un buen encargo en la cartera. A buen entendedor...
No sé mis queridos y distinguidos lectores cómo reaccionarían ustedes si en “ausencia” de culpa, les estuviesen llamando públicamente, de palabra y por escrito, chorizos, extorsionadores y mentirosos. Y todo ello con unas  pruebas que, aunque evidentes difícilmente serían aceptadas como condenatorias por un Juzgado. Supongo que depende de cómo ande cada cual de dignidad, una cualidad que a decir verdad no parece estar especialmente valorada por los protagonistas de esta miserable historia.
Sin embargo tengo que decir que este “silencio de los corderos” que guardan los afectados, empezando por el Alcalde, no sólo no me tranquiliza nada, sino que me lleva a ratificarme en la convicción de que todo es cierto. Porque tal vez no les convenga ir al Juzgado, donde seguramente correrían más riesgos, pero qué menos que  un decoroso  desmentido, una nota aclaratoria, unas frases en el tradicional y emotivo discurso del día de Acción de Gracias...Pero, nada.
 “Nada, no sea cosa que la vayamos a joder”,  deben pensar.
Así las cosas, al muy variado y amplio abanico de incompetencias que tradicionalmente se le atribuyen a nuestro alcalde, hay que añadir ahora la pérdida de la autoridad, de la solvencia moral. La mentira es un disolvente moral que inhabilita o debería inhabilitar no sólo para gobernar, sino para ostentar cualquier tipo de representación social o política. El hecho de servirse de ella desde un cargo público no sólo multiplica las dosis de cinismo de la   que siempre va acompañada, sino que afecta de lleno al entramado institucional que organiza y regula las relaciones sociales, debilitando y resquebrajando su estructura. Detrás de este tipo de mentira, se busca protección, pero sobre todo el beneficio, el privilegio personal. O lo que es lo mismo, eludir determinadas responsabilidades que de ser asumidas exigirían la inminente renuncia de los privilegios inherentes al  cargo que se ostenta. En este caso, a la Alcaldía.
Poirot

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