martes, 27 de julio de 2010

A propósito del vandalismo




Después de contemplar varios días el Bando referido al vandalismo con el que saludó el verano el alcalde, me decidí a leerlo, movido sobre todo por la curiosidad que me despertó el subtítulo: “llamamiento a la colaboración ciudadana”.

Vaya en este caso, y por delante, mi más rotunda condena hacia los comportamientos vandálicos que no sólo contribuyen a deteriorar el entorno urbano sino a degradar nuestro marco más básico de convivencia: la calle.

Dicho esto, intentaré incorporar algunas reflexiones a las que me ha inducido la lectura del mencionado comunicado y, de paso, hacerle alguna sugerencia al alcalde para que vea hasta qué punto compartimos algunos, su preocupación.

El “gesto”, como es natural viniendo de quien viene, constituye una clásica huída hacia delante, en cuyo contenido aparece demagógicamente ensamblada una mezcla de lamento (propio de una persona que posee un gran corazón) y amenaza (eso de que tienen el perfil del “vándalo” no deja de resultar un tanto inquietante, suena un poco a aquello de “que me he quedao con tu cara”).

El Bando en ningún momento entra en el fondo de la cuestión, que en este caso sería el preguntarse por qué se producen este tipo de actos en un nivel superior al que podría ser considerado peaje inevitable al que todas las ciudades y núcleos urbanos están sujetos, hagan lo que hagan. Actos vandálicos ha habido siempre, aunque a veces los denominemos con el condescendiente calificativo de gamberrismo. Pero es evidente que si el alcalde ha decidido dar el paso de publicar el bando es porque considera que lo que ocurre, en este caso, supera los debidos niveles de tolerancia.

El paso que da, aparentemente bienintencionado, como todo lo que hace ya que en su pecho no caben las impurezas, es una muestra más de la impotencia que habitualmente le impide dar solución a problemas elementales. Con lo cual no quiero decir que éste lo sea. Que no lo es. Pero precisamente porque no lo es, uno esperaría que además de llamar al vecindario al chivateo y la delación de la impostura, nos contara qué otro tipo de medidas está tomando o está dispuesto a tomar el ayuntamiento para hacer frente a este problema que, si bien es cierto que a todos nos atañe, no lo es menos que a la Institución que el preside, en mayor medida.

Por ejemplo. Siempre hemos oído que una de los mejores sistemas para afrontar determinados problemas es impedir que éstos aparezcan. De lo cual se deduce que existen labores de prevención que pueden ser llevadas a cabo con mayor o menor discreción y que si bien, seguramente, no podrían cubrir todos los frentes, si podrían contribuir decisivamente a minimizar los efectos. Ya sabemos que todo cuesta dinero al erario público, ése que ellos-ustedes tan pésimamente gestionan, pero se trata de situaciones en las que existen pocas alternativas: o inviertes en prevención y mantenimiento o tendrás que hacerlo en reposiciones, reparaciones...y lamentaciones. Hay, es cierto, otra opción, no reparar lo que se rompe, lo cual aparentemente puede parecer un ahorro, pero a medio plazo, provoca que nuestro entorno esté cada día más deteriorado y maltrecho. Y nuestra autoestima, también.

Cualquiera que se dé un paseo nocturno por el Parque Fluvial podrá comprobar que desde hace muchos meses, más de un año incluso, hay decenas de farolas rotas que no cumplen con su cometido de iluminar. Al menos setenta de ellas no funcionan. Y eso, con todos los respetos, en un momento dado, pudo ser considerado producto de sucesivos actos de vandalismo, pero en la actualidad sólo puede ser contemplado como consecuencia del abandono y la desidia municipal. Tres cuartos de lo mismo cabría decir del Arco de la Mora donde desde hace también más de un año tampoco luce ninguna farola e incluso el foco que lo iluminaba de noche fue retirado, que no reparado, tras haber sido víctima de los irresponsables de turno. El caso es que todas las farolas están rotas y se nos ha privado de la hermosa vista nocturna que ofrecía el Arco.

Se me ocurren algunas cuestiones que convenientemente organizadas y coordinadas no garantizan el milagro, pero si pueden contribuir a poner de manifiesto que quienes nos gobiernan tienen un plan y saben cómo enfrentarse a una situación de esta naturaleza. El PP que en las dos ocasiones que ha gobernado ya ha evidenciado que no tiene capacidad para transformar Zuera, debería tenerla, al menos, para saber gestionar, preservar y conservar el legado de los ayuntamientos socialistas.

La primera de ellas ha quedado ya apuntada cuando me he referido al tema de la prevención. Existen más medios que unos limitados efectivos policiales. Utilícenlos, si el tema es tan grave como para llamar a rebato a la ciudadanía, ésta seguro que sabrá comprender el esfuerzo económico que conlleven los recursos que se destinen.

La segunda consiste en reparar, de inmediato, todo aquello que se deteriore, rompa o pierda color. No sólo unos meses antes de las elecciones. No hay nada que confiera más sentimiento de impunidad al que “le pone” lo de romper que encontrase con un “tajo” ya empezado: a continuarlo y rematarlo.

La tercera cuestión, ineludible para cualquier Administración comprometida con estos temas, no es otra que la tarea de sensibilización permanente y la formación. No me consta que nuestra Corporación manifieste, con hechos sistematizados, es decir, con un programa, esa voluntad de contagiar a los ciudadanos ese espíritu cívico que los tiempos reclaman. Y como no lo veo claro, me pregunto cuáles han sido las verdaderas razones que han llevado a nuestro alcalde a publicar este conmovedor e inquietante edicto. Quiero pensar que su preocupación vaya más allá de las presiones y el intento de preservar los “corralitos” que está remodelando con los dineros que le da la Diputación Provincial.

Hay una última, pero principal cuestión que se refiere al apartado de las normas. El Ayuntamiento dispone, o debería disponer, de una ordenanza municipal en el que este tipo de incidencias, atentados al patrimonio público o como quiera que se denominen, estén contemplados. Cúmplase. Es decir, hágase cumplir, o sea, pónganse los medios para que se cumplan.

Si medidas como éstas, o similares, se estuvieran llevando a cabo, no cabe duda de que el alcalde estaría más legitimado para hacer un llamamiento a la colaboración de la ciudadanía, pero no para que denuncien a nadie, que no se trata de terroristas, sino para que consideren el patrimonio público como algo que les es propio, que contribuye a mejorar su calidad de vida y del cual deben sentirse orgullosos. Por ahí comienza la tarea, preparatoria para poder reducir las prácticas vandálicas a su mínimo exponente. Una tarea apasionante, que debería ser constante, pero que, eso sí, sólo puede arrojar resultados a medio y largo plazo. Y mucho me temo que estos señores que nos gobiernan y en particular el alcalde el único objetivo que contempla a medio plazo es continuar siendo alcalde.

PD. Cuidado con los prejuicios. Me ha hecho mucha gracia lo que dice el bando referente a que tienen el “perfil” de los supuestos impostores. Menuda sorpresa se puede llevar el alcalde el día que llegue a conocer la personalidad de alguno de los autores y compruebe que, para nada, coinciden sus rasgos con los del retrato robot... o el de sus familias.
Emiliano

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opinando que es gerundio