viernes, 30 de julio de 2010

APROVECHADOS

Cuando cerramos provisionalmente la narración que venía a poner de manifiesto cómo la corrupción de había instalado en nuestro Ayuntamiento merced a las prácticas introducidas por el concejal de urbanismo y consentidas por el alcalde, omitimos prestar mayor atención a la figura del arquitecto, que ya cesó en sus funciones, y que abandonó su puesto envuelto con cierta aureola de víctima. Maticemos este extremo sin poner en tela de juicio la calidad de su trabajo.


Si, tal como suponemos, las prácticas corruptas se establecieron en el Ayuntamiento desde el comienzo del presente mandato, parece cierto que este señor no quiso entrar en ningún momento en la dinámica de engordar el importe de los encargos un 20%, cantidad que se supone salía de las arcas municipales para ir a parar a manos privadas. Presumiblemente a las de quien le encargaba los proyectos.

Hay dos aspectos, no obstante, que nos llevan a poner en entredicho la dignidad y la honorabilidad de este “profesional”. La primera de ellas, lógicamente, la constituye el hecho de que esta persona no denunciara las malas prácticas y los intentos de extorsión de los que al parecer, venía siendo objeto hasta que sobrevino la gota que colmó el vaso de la paciencia del concejal. Hay que tener en cuenta que el técnico en cuestión tenía un puesto en la plantilla municipal, es decir, un sueldo, y los hechos que provocaron el encontronazo derivaban de los encargos que recibía al margen – proyectos, memorias, informes- y cuyos emolumentos le eran retribuidos aparte.

Éste es el segundo aspecto. Viendo cómo se conducía el titular de urbanismo bien podría haberse negado a realizar dichos trabajos y haberse conformado con el sueldo que mensualmente percibía. Pero no, los dineros son los dineros. Es decir, que cobraba, pero no “cotizaba”, y al parecer este fue el motivo que desencadenó la tormenta que vino a descubrir los manejos del concejal y la falta de honradez y coraje del alcalde para atajar esa envenenada situación. Al final, como contamos en su día , el arquitecto abandonó su puesto antes de finalizar su contrato, pero se fue con un pan de diez kilos de las antiguas pesetas debajo del brazo. Todos contentos.

Nosotros, no.

Este caso que nos ha llevado a denunciar los comportamientos de sus principales protagonistas, nos ha despertado también la duda acerca de si tales prácticas, o similares, han cesado o si, por el contrario, se siguen produciendo. Un desmentido del alcalde, en este sentido, no vendría mal, aunque siendo conocedores del descaro con el que mintió la primera vez, tal vez nos serviría para poco.

Lo que sí parece fuera de toda duda es que el técnico que ha venido a suplir al anterior procede de la misma o parecida escuela, ha sido contratado por el propio concejal y sin que mediara ningún concurso ni procedimiento administrativo que permitiese evaluar su idoneidad para el puesto. Nos consta que no sólo continúan las duplicidades de los trabajos y los pagos por dos vías, sino que además compatibilizan las tareas propias del ayuntamiento – fijas y eventuales- con las de empresas particulares cuyos intereses privados puedes ser contrapuestos a los del Ayuntamiento.

Es ésta una de las consecuencias que se producen cuando se tiene acceso a información privilegiada y se anda escaso de moral. Hay que tener en cuenta que no se trata tanto de ilegalidades, aunque quien gobierna las puede impedir, cuanto de falta de escrúpulos o abuso de confianza. En cualquier caso consentido por quien tiene la autoridad política. Un procedimiento muy utilizado por determinadas empresas para socavar la voluntad de los gobernantes es comerles primero “el tarro” a los técnicos municipales encargándoles a ellos sus proyectos empresariales. Automáticamente aquellos se convierten en parte implicada en los intereses de la empresa lo cual les impide dedicarse a velar por los asuntos público con el respeto y la diligencia debida. Y así es cómo, a menudo, anidan y ponen huevos muchos comportamientos fraudulentos dentro de la Administración pública.

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